Estado terminal

Apátrida sonrisa
que no merece ser de nadie
mas que del viento.

Con quisquilleos adolescentes,
pregunté por dentro
cuanto es el precio del mañana,
 en las manos de quien aún no toco.

Un cigarrillo aplazó
 el abismo de la timidez
que ninguno de los dos
 supo defender.

Vi a un fantasma
 revistiendo Eros,
de locura y desenfreno,
 no eras vos, 
pero que bella te vi.

Cayó el velo,
no era yo,
pero que seguro
 me sentí.


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