Estado terminal
Apátrida sonrisa que no merece ser de nadie mas que del viento. Con quisquilleos adolescentes, pregunté por dentro cuanto es el precio del mañana, en las manos de quien aún no toco. Un cigarrillo aplazó el abismo de la timidez que ninguno de los dos supo defender. Vi a un fantasma revistiendo Eros , de locura y desenfreno, no eras vos, pero que bella te vi. Cayó el velo, no era yo, pero que seguro me sentí.