El abandono
Abandoné la promiscuidad, la dejé olvidada cuando pude sentir como acarició mi cara una mirada que gritando me dijo "no te vayas, por favor" Me abandoné a mi, a mi yo perecedero cuando atado a sus suspiros recorrí sintiendo, mi sonrisa, mi alma. Dejé tirados los recuerdos carbónicos para que no pesen ni ardan cada vez que miro por el retrovisor Me alejé volando en un silencio, pues ya no quiero volver a verme hijo de la pluralidad. Tantos rostros plásticos de transeúntes anónimos y una sola mirada me encontró Son los ojos del destino sin la gangrena del azar que incitan en mi, un picor divino, un sabor a pimienta dulce que hacia rato no saboreaba. El mejor adiós, es la renuncia al propio pasado, hacer morir los fantasmas, dejar las rocas en su lugar, para no patear ni dañar el camino que nos queda por afrontar.